FUNDACION DIPER
En favor de la Dignidad de las Personas
La Filosofía y la Teología nos hablan del carácter mistérico y sagrado de la Vida y proclaman la creación del hombre a imagen y semejanza del Creador del Universo y de la Vida misma. Y defienden, en consecuencia, que la Vida pertenece sólo al Creador y solamente a Él corresponde darla o quitarla. Pero no solamente es sagrada porque tiene un origen en el Creador sino porque además de ser su origen, es su destino. Es su fuente y su meta. Es sagrada también porque cada uno de nosotros somos una imagen pequeña y sencilla, pero ciertamente veraz, del Creador, quien no sólo nos creó al insuflar su “aliento vital” en nosotros (Gn 2, 7) sino que nos hizo también a su imagen (Gn 1, 27). Al darnos la vida, el Creador se ha entregado a sí mismo para todos. Esta es la razón básica del carácter inviolable de toda vida humana.
Podemos decir que la Dignidad del Creador hace vivir al hombre con su misma Dignidad y por tanto la Vida del hombre y de la mujer consiste en ser uno con su Hacedor. Es un camino en el que se va madurando y en el que se va uno acostumbrando al resplandor de la luz del Creador, preparándose para formar parte de la misma Vida de la tomó origen.
Además del carácter mistérico y sagrado de la Vida hay una característica que la hace igualmente sorprendente. Es el carácter doliente de la Vida misma y el misterio que encierra la presencia de la debilidad humana en ella.
Guerras sin término en uno y otro lugar, millones de personas mueren anualmente de hambre mientras que en otras zonas se derrocha y tira muchos excedentes alimentarios, pobreza sin límite al lado de grandes fortunas que sonrojan, desprecio y humillación continuos en muchos estratos de la sociedad y un largo etcétera de situaciones nos dicen a diario la fragilidad que va implícita en la misma existencia.
Hoy dos son las situaciones especialmente relevantes del estado de debilidad. El no-nacido, que es expresión máxima de la indefensión, quizás solo equiparable con la segunda, de la fase terminal de la vida. A uno se le elimina de antemano y al otro se le anticipa la muerte. Ambas situaciones, de aborto y eutanasia, son graves desórdenes morales pues violan la propia existencia. Van contra la propia existencia de la que cada uno toma parte y van contra el Creador de la Vida de donde parte toda existencia.
Hoy más que nunca defender la Dignidad de la Persona es defender la Vida y su carácter de misterio que tiene. Hoy más que nunca también hemos de acoger la Vida como algo que se nos da y hemos de defenderla con valentía en uno mismo y en los demás, sabiendo estar presente en los momentos más dolorosos de la misma y no claudicar cuando la vida de cualquier ser humano esté en peligro. En esto se fundamenta el trabajo a favor de la Dignidad de la Persona.